jueves, 28 de febrero de 2013

El enfoque científico... ¡está por todas partes!

Cada vez más. Afortunadamente.

Soy seguidor de diversos blogs que escriben sobre esta nuestra maravillosa lengua. Son escasos los artículos que producen, pero están entre los que más disfruto de mis lecturas habituales, y suelen acabar muy frecuentemente citados en alguno de mis artículos (curiosamente, no tengo una categoría específica para ello y al final terminan en el cajón de sastre Curiosidades). Hoy no va a ser una excepción en ese sentido y, aunque me esté extralimitando en mis obligaciones, no podía dejar de compartirlo con vosotros: Miguel A. Román, siempre brillante en su blog Román Paladino, adscrito a Libro de Notas, nos brinda un Desmadre (ortográfico) en la Universidad.

¿Cuántas veces habremos oído eso de que «los jóvenes de hoy escriben peor por culpa de los móviles»? (Los tiempos cambian rápido, por cierto; de un tiempo a esta parte, ya se ha convertido en «por culpa de las redes sociales»). Eso es lo que se pregunta dicho artículo. ¿Se trata verdaderamente de un problema moderno o son achaques históricos? He aquí la duda ante algo aparentemente de sentido común, el primer síntoma de que la razón se abre paso en nuestro interior.

De hecho, podemos encontrar numerosos testimonios críticos con la destreza en la escritura de los más jóvenes, testimonios que pertenecen a diversas épocas y diversos países y que resultan sorprendentemente actuales. Recomiendo leer los ejemplos del artículo original. Uno en concreto, de 1985, culpa a la televisión y el cine de la decadencia de la lectura y la escritura. Y atentos que aquí viene el enfoque científico. Dice el señor Román:
Ignoro si los autores disponían de estudios estadísticos fiables de cómo escribían los universitarios costarricenses “de generaciones anteriores” para poder comparar y afirmar sin duda que “se lee muchísimo menos” y que era la influencia del cine y la televisión la causa probable del desmadre en aquellos años.

Y entiendo que, en cualquier caso, a eso habría que añadir un factor corrector del perfil económico y cultural de los estudiantes que accedían a la universidad en los años 50-60, que, al menos en España, eran normalmente varones hijos de familias pudientes.

[...]

Y, en definitiva, tengo para mí que los universitarios y estudiantes de secundaria de hoy en castellano no escriben destacadamente peor que hace décadas ni que en otras lenguas; aunque si alguien posee estudios serios y basados en pruebas objetivas y estadística comprobable que muestren la evolución en ese aspecto estoy dispuesto a rectificar y admitirlo.
Ya veis. La ciencia es la única vía para generar conocimiento válido. Hasta «los de letras» se dan cuenta. (Que nadie se tome en serio esta última frase).

EL “BOOM” DE LA CIENCIA



Nagasaki e Hiroshima, sólo con nombrar estas dos ciudades nos viene a la cabeza la bomba atómica. Sin embargo, otra ciudad es el nombre del proyecto que desarrolló dicho artefacto, el Proyecto Manhattan. Este proyecto reunió a científicos punteros de la comunidad internacional como Albert Einstein o Robert Oppenheimer. Fue pionero ya que por primera vez se realizó una inversión de gran calibre monetario en un grupo de investigación científica. El resultado del proyecto fue catastrófico para los vecinos de las ciudades japonesas, por otra parte, el proyecto fue un éxito en cuanto al objetivo del mismo: crear una bomba tan destructiva que acabase con la segunda guerra mundial. Antes no se habían realizado inversiones de este tipo ni se habían obtenido resultados que sorprendiesen de tal manera al mundo entero. Tras ello quedó claro: invirtiendo en ciencia se pueden conseguir cosas hasta el momento inimaginables.

En el siglo XVIII, los desarrollos tecnológicos eran producto del trabajo de inventores hábiles. En el XIX se comenzaron a constatar las posibilidades industriales de ciertos desarrollos científicos en química y electricidad, o en la utilización de nuevas fuentes de energía, sin embargo la labor de los científicos era mayormente divulgativa. Una vez entrado el siglo XX, el proyecto Manhattan supuso una lanzadera de la actividad científica como profesión.  Al finalizar la guerra Vannevar Bush escribió el famoso texto “cómo podríamos pensar” donde se propone un nuevo escenario científico en la sociedad de aquel tiempo. El conocido como laissez-faire.

Surgió así la llamada macrociencia (cuyo máximo exponente es la exploración espacial), con objetivos plurales, tanto científicos y tecnológicos, como militares, políticos y estratégicos. Los años 60 y 70 suponen un momento de revisión y corrección del modelo lineal de Vannevar Bush, los poderes públicos encauzan el desarrollo científico-tecnológico y supervisan sus efectos sobre la naturaleza y la sociedad. Comienza entonces la llamada tecnociencia, con la que  se han dado las revoluciones de los transportes, electrodomésticos, telecomunicaciones y las computadoras…

Muchos científicos se arrepintieron de participar en el proyecto Manhattan, como Einstein: “debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta a Roosevelt”. El resultado fue catastrófico y no se puede negar que el desarrollo de la bomba atómica supuso un boom científico, que ha desembocado en que hoy en día sea normal leer este texto en un teléfono móvil y que el número de científicos en todo el planeta sea innumerable.


Lectura recomendada aquí.
 

martes, 26 de febrero de 2013

¿Hace ruido el árbol al caer si nadie lo escucha?

Escribir bien un trabajo científico no es una cuestión de vida o muerte; es algo mucho más serio.

Robert A. Day, en Cómo escribir y publicar trabajos científicos.

Observando a través de Van Leeuwenhoek

Desoyendo los buenos consejos de nuestro compañero Iñaki sobre escribir un fragmento sobre el gran físico Olivier Heaviside, y a riesgo de reprimendas, opté por cambiar de personaje.  Bueno, tampoco es mi deseo engañaros y dármelas de rebelde. En realidad, busqué información sobre Heaviside y constaté, como bien comentaba Iñaki, que efectivamente, es el eterno olvidado. De hecho, entiendo que es un tema que merece discusión aparte: cómo en ocasiones la propia comunidad científica se cierra a nuevas ideas de un “Don nadie” o excelentes científicos por diferentes motivos no obtienen el crédito que merecen. De ahora en adelante, en honor a Heaviside, diré las ecuaciones de Maxwell-Heaviside.
O. Heaviside ejerció como científico y se (mal) ganaba la vida como tal. Sin embargo, el tema de discusión se centraba en científic@s no profesionales siguiendo con el ejemplo de J. Horrocks. Así pues, gracias a un libro cortito (de extensión, que no de miras) y altamente divulgativo titulado “Momentos estelares de la ciencia” de Isaac Asimov, descubrí a Antony Van Leeuwenhoek (1632-1723).  
Lo primero que me llamó la atención del personaje es su ciudad de procedencia, Delft. Se trata de una pequeña ciudad del sur de los Países Bajos (donde pasé además un año de mi vida).  Así pues, no es de extrañar que entre Vermeer y Van Leeuwenhoek se repartan placas, monumentos y demás reconocimientos en la pequeña pero entrañable Delft.
Antony Van Leeuwenhoek pertenecía a una humilde familia de comerciantes. Su oficio más  reconocible fue el de pañero, ámbito en el que incluso emprendió un negocio. Más adelante pasó a convertirse en el ujier del ayuntamiento hasta el fin de sus días. El catalizador del interés en la ciencia por parte de Leeuwenhoek, y concretamente del mundo de “lo pequeño”, es el libro Micrographia de Robert Hooke. A partir de entonces, Leeuwenhoek dedicó su vida a fabricar lentes y a observar todo lo que estaba a su alcance con dichos dispositivos. El éxito de su obra radica en varios aspectos:
i)                    Sus técnicas para pulir lentes eran capaces de proporcionar aumentos de hasta 200 por 1. (Todo esto sin simulador ni metamateriales).
ii)                   Su agudeza visual innata, paciencia y especial cuidado en el ajuste de la luz hacía que sus imágenes fueran de una calidad diferencial respecto a las de sus colegas.
iii)                 Su capacidad para describir con claridad y detalle lo que observaba a través de sus lentes. Además, no se privaba en pasar por sus inventos todo objeto factible de ser observado.
Van Leeuwenhoek fabricó a lo largo de su vida 419 lentes con los que observaba insectos, cabellos, gotas de agua, raspaduras de diente… En 1683 realizó el mayor de sus descubrimientos, las bacterias. No pudo observarlas de forma totalmente nítida pues aún eran demasiado pequeñas para sus lentes. Como muchas veces ocurre, él no fue consciente de la importancia de su hallazgo.
Van Leeuwenhoek escribió numerosas cartas a la Royal Society describiendo tanto las lentes y su proceso de fabricación, como los hallazgos que con ellas obtenía. En 1677, el propio Robert Hooke, construyó microscopios siguiendo las instrucciones de Van Leeuwenhoek y reprodujo los resultados que aparecían en sus manuscritos. Este hecho le supuso el salvoconducto para entrar en la Royal Society (1680) y obtener el prestigio suficiente para que sus resultados fuesen considerados válidos por la comunidad científica.
Así pues, este humilde holandés y su pericia, paciencia y dedicación, sentaron las bases de la observación microscópica en la biología moderna.


Para la sesión 2

El jueves tenemos la siguiente sesión de clase. Dedicaremos un rato a comentar las conferencias del jueves pasado. El resto será para comentar las lecturas relativas a la documentación científica (Tema 2). Hay bastantes cosas, quizá para esta primera sesión podemos centrarnos en:

Por lo menos de las dos primeras leed los textos indicados (al menos 2/3), la revisión por pares probablemnete se nos alargue al día siguiente, pero si lleváis leído el asunto mejor.

Nos vemos

domingo, 24 de febrero de 2013

Los movimientos progresistas, ¿frenan el progreso de la ciencia?


Las ciencias constituyen un objeto relativamente reciente del examen de ciertos movimientos sociales actuales. Las críticas desencadenan inmensas expectativas -o temores-  basados en el reconocimiento de que constituimos una cultura científica, que la racionalidad científica no sólo está presente en todas las formas de pensamiento y acción de nuestras instituciones públicas, sino, incluso, en nuestras formas de pensar sobre los detalles más íntimos de nuestra vida privada. Esto es planteado por S. Harding en su libro "The ScienceQuestion in Feminism" , del cual me gustaría compartir con vosotros un pequeño resumen de ciertos fragmentos que me han llamado la atención. 

Durante el último siglo, el uso social de la ciencia ha cambiado: siendo antes una ayuda esporádica, ahora se ha convertido en el generador directo de la acumulación y el control económico, político y social. Si alguna vez lo fue, el científico ha dejado de ser el genio excéntrico y socialmente marginal que gastaba sus bienes privados y, a menudo, su propio tiempo en tareas puramente intelectuales que le interesasen. Excepto en casos muy raros, su investigación carecía de utilidad social previsible. En cambio, él (o, desde hace menos tiempo, ella) forman parte de una numerosa mano de obra, entrenada desde la escuela elemental para ingresar en los laboratorios universitarios, industriales o gubernamentales en los que se pretende que más del 99% de la investigación pueda aplicarse de forma inmediata a proyectos sociales. Si estos enormes imperios industrializados no pueden demostrar que estén al servicio de los mejores intereses de progreso social, en relación con una búsqueda del saber objetiva, desapasionada, imparcial y racional, es imposible justificarlos en nuestra cultura. En las culturas modernas, ni Dios ni la tradición gozan de la misma credibilidad que la racionalidad científica.

Sin duda, las feministas no constituyen el primer grupo que ha examinado de este modo la ciencia moderna. Las luchas contra el racismo, el colonialismo, el capitalismo y la homofobia, así como el movimiento contracultural de los años sesenta y los movimientos ecologistas y antimilitaristas contemporáneos han realizado agudos análisis de los usos y abusos de la ciencia.  En este caso, solamente me voy a centrar en el movimiento feminista, debido a la curiosidad que ha despertado en mí y a la limitación en la extensión del texto, que ya excede el número de palabras acordado.

El feminismo y la ciencia


A partir de mediados de los años setenta, las críticas feministas de la ciencia han evolucionado desde una postura reformista a otra revolucionaria, de unos análisis que daban la posibilidad de mejorar la ciencia que tenemos a la reinvidicación de una transformación de los mismos fundamentos de la ciencia y de las culturas que le otorgan su valor.

La postura feminista radical sostiene que las epistemologías, metafísicas, éticas y políticas de las  formas dominantes de la ciencia son androcéntricas y se apoyan mutuamente; que, a pesar de la creencia en el intrínseco carácter progresista de la ciencia, la ciencia actual está al servicio de tendencias primordialmente retrógradas, y que tanto la estructura social de la ciencia como sus aplicaciones y tecnologías, sus formas de difinir los problemas y de diseñar los experimentos son no sólo sexistas, sino también racistas, clasistas y coercitivos en el plano cultural.

Parece que el origen de estas críticas feministas, en principio menos radicales, está en el compromiso explícito con la crítica de las prácticas y creencias sociales tradicionales de la moderna historia occidental. Desde esta perspectiva, las críticas feministas de la ciencia podrían considerarse como una llamada a una revolución intelectual, moral, social y política de la moderna cultura occidental, la cual nos llevaría a un posible progreso cultural.

Tras leer y reflexionar sobre este trocito de libro, mi conclusión es que la posesión de un pensamiento crítico racional de ciertos métodos científicos y teorías aceptadas socialmente es en cierto modo, una forma científica de cuestionar la propia ciencia, siempre que no se base en las irracionalidades de los movimientos sociales extremistas que anulan una característica indispensable de la ciencia, la razón

jueves, 21 de febrero de 2013

Sobre paradigmas científicos

La filosofía de la ciencia y la epistemología son disciplinas que pueden resultar tan entretenidas como necesarias son. No obstante, al igual que en otras ramas de la filosofía, a menudo corremos el riesgo de caer en un debate puramente semántico, lo que resulta improductivo y tremendamente aburrido. En último término, es un riesgo que hay que asumir.

A este respecto, durante los últimos días, han ido apareciendo en el Cuaderno de Cultura Científica (KZK) tres interesantes artículos de César Tomé —para los que todavía no le conozcáis, @EDocet en Twitter y Experientia Docet en la blogosfera— titulados Leyes, teorías y modelos (I – La definición de ley física, II – Prescripción y descripción en ciencia). Me gustaría traer a colación el último de ellos, que nos pregunta ¿Existen los paradigmas?, ¿somos conscientes de lo que decimos cuando hablamos de paradigmas en ciencia?

César nos describe el concepto de paradigma desde el contexto de la filosofía de Thomas Kuhn: 
La fe de los científicos

Para Kuhn, como para Paul Feyerabend, [...] las observaciones que decidimos realizar y la importancia que les atribuimos vienen determinadas por nuestras teorías previas. Esto puede parecer inocente e inocuo, pero de aquí tanto Kuhn como Feyerabend infieren que las distintas teorías científicas son “inconmensurables”, es decir, que no existe un conjunto de juicios observacionales neutro con el que distinguir la mayor o menor “validez” de las teorías.

Con lo anterior en mente, Kuhn argumenta que la historia de la ciencia muestra una sucesión de “paradigmas”, conjuntos de supuestos y ejemplos (en el sentido de modelos) que condicionan la manera en la que los científicos solucionan los problemas y comprenden los datos y que sólo cambian en las llamadas “revoluciones científicas”, cuando los científicos cambian una fe teórica por otra.

La elección de la palabra “fe” no es casual, porque dada la inconmensurabilidad de las teorías, se deduce [...] que no existe razón lógica estricta para el cambio de paradigma. Los argumentos en favor de un paradigma u otro serían los mismos en última instancia que emplean los partidarios de las opciones políticas: razonamientos circulares; además no es posible recurrir al experimento para decidir entre ellos porque qué experimentos se hacen y qué validez se les atribuye dependen de la teoría que se defienda.
Llegados a este punto, y dado lo común del término paradigma hoy en día para referirse al estado de la ciencia, es muy probable que muchos se vean sorprendidos por sus implicaciones. Pero ¿realmente hay que asumir toda la filosofía de Kuhn al hablar de paradigmas? Aquí hago notar que César no ha sido totalmente honrado para con el lector al comienzo del artículo. Antes incluso de la cita que recojo aquí, afirma que «si aceptas un lenguaje [...] estás aceptando una visión del mundo», por lo que «hablar de paradigmas sería aceptar, en cierta medida, primero su existencia y, segundo, la filosofía de Thomas Kuhn»; todo ello, aderezado con dos convincentes símiles políticos.

La analogía política me parece tendenciosa y, aunque lo matiza con un «en cierta medida», básicamente lo que hace es enfrentar el absolutismo fuerte de Popper con el relativismo fuerte de Kuhn y pedirnos que tomemos una posición. O blanco o negro, lo cual me parece engañoso por su parte, dado que existe una extensa gama de grises por el camino, ¡incluso entre los propios escritos de ambos autores! (está por nacer un filósofo con una doctrina férrea e inalterable durante toda su existencia).

En definitiva, el uso de paradigma científico, tal y como creo que lo entiende la inmensa mayoría de la gente, no tiene por qué estar casado por necesidad con toda la visión de Kuhn, lo que tampoco implica que no se pueda estar de acuerdo con muchas partes de su filosofía. En concreto, y referido al texto de César, aunque opino que construimos «teorías de la verdad coherentes y pragmáticas» en lugar de una «cartografía fidedigna de un universo real», no comparto en absoluto esa supuesta «inconmensurabilidad» de las teorías científicas.

No es tan habitual que los paradigmas cambien radicalmente como que se amplíen. Sin duda el heliocentrismo, con respecto al geocentrismo, supuso un fuerte cambio de paradigma en su época; y, sin embargo, el descubrimiento de que giramos como parte de una galaxia no puede sustituir al anterior, sino ampliarlo. A estas alturas, ya nadie duda de las Leyes de Maxwell, nadie duda de la Teoría de la Evolución (bueno, en realidad sí, pero ese es otro tema...). Podemos estar bastante seguros de que no queda nada por venir que eche por tierra el paradigma que las contiene, y también bastante seguros de que habrá refinamientos —como los ha habido, y muchos, desde Maxwell y Darwin—.

Para concluir, me quedo con la visión de Joaquín que establece una anología entre la realidad y una función matemática, y entre nuestros modelos científicos y la serie de Taylor que representa dicha función: a medida que tomamos más términos, más nos aproximamos a la realidad.

viernes, 15 de febrero de 2013

Resumen de la primera clase. Instrucciones próximas

Empezamos tarde por la dificultad de encontrar quien nos abriese la puerta de la sala. Luego comenzamos a hablar y nos pasamos largamente de la hora. La mitad "aún" no se siente científico o científica, pero es gracioso que se insistiera en "aún", parece que están en el proceso de convencerse. Por eso es especialmente interesante profundizar en el tema de qué es eso de la ciencia, que era el tema de la clase.

En vez de reproducir la conversación (que llevaría a un texto tan largo como las 2 horas que estuvimos en ella), voy a resumir el tema central que intenté transmitir, el esqueleto, un perchero en el que todos los comentarios que hicimos tienen su sitio. Lo incluyo como una entrada posterior.

Como ejercicio del tema que concluimos, quedamos en que cada uno escribía un texto breve (250 -500 palabras) sobre una parte de lo tratado en la clase. Los temas elegidos fueron:
- Felipe: El proyecto Manhatan, como comienzo de la ciencia "profesional" pública (no dejes de leer sobre Vannevar Bush)
- Eduardo: Sobre distintos tipos de ciencias (más duras y más blandas)
- Pablo: Algún otro ejemplo (además de J. Horrocks) de científico no profesional de contribuciones importantes al conocimiento
- Laura: Sobre el estereotipo de científico y su no correspondencia con la realidad
- Iñaki: Resumen de los consejos a un joven científico que daba Etxenike hace poco
- Verónica: Sobre la relación entre los movimientos "progresisteas" y el "progreso" de la ciencia (o cómo en esa frase hay dos acepciones bastante distintas del término "progreso")

El próximo jueves suspendemos la clase, que queda sustituida por la asistencia a alguno de los eventos que para ese día se han organizado encaminados a la formación de jóvenes investigadores (no encuentro ahora enlaces, Vero los podrá añadir).

Así pues, la siguiente clase será el 23 de febrero, en la sala de reuniones que hay en la segunda planta del edificio Las Tejos, justo encima del cuarto de los técnicos informáticos.

jueves, 14 de febrero de 2013

La ciencia como actitud vital

La ciencia no es una profesión, es una manera de afrontar el conocimiento de la realidad [...] y cualquier persona puede dedicarse a ella si se enfrenta al conocimiento de la naturaleza desde una perspectiva racional, escéptica, rigurosa y metódica.

Xurxo Mariño, científico y divulgador, en Naukas.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Bienvenida



Comenzamos la asignatura. Este sitio será el punto central de la misma.

La próxima sesión será el jueves 14 de febrero en la sala de juntas de la ETSIIT (1). En esa clase comentaremos impresiones sobre el tema 1, nada menos que "que es la ciencia". Para entonces debermos haber leído el material correspondiente (estas 6 entradas del blog de contenidos). De los múltiples documentos que desde allí se enlazan conviene leer algunos (3 o 4 digamos).

¿Conocéis el chiste de porqué dios no tiene un doctorado? El contenido del curso se podría reformular como "aprender lo necesario para que ese chiste resulte gracioso", así que casi mejor si apenas os ha hecho esbozar una sonrisa.

Bueno, os dejo con la lectura. Nos vemos el jueves.

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(1) En la planta baja del edificio Los Tejos, justo detrás de la garita del ordenanza.